“No necesitas ver lo que hay en la caja si tienes a Morgan Freeman”.
David Fincher.
¿Has visto Seven?
Si no es así, ya estás tardando.
Porque puedes aprender mucho sobre el comportamiento extremo de los humanos.
Y sabes que interpretar y anticipar emociones casi siempre es bueno para tu bolsillo.
Y si no, fíjate en lo que te voy a contar.
Seven cumple 30 años desde su estreno. ¿La has visto?
Quizás no, pues… ¿a qué esperas?
Si la has visto, casi con total seguridad no te has olvidado del final.
¡Pedazo final!
Vamos a partir del hecho de que la hayas visto hace tiempo.
¿Te acuerdas del contenido de la caja?
¿Te acuerdas de lo que se veía dentro? Estoy casi seguro de que sí.
Venga, te dejo un ratito para que lo pienses mientras sigo con un experimento.
Goethals y Reckman, en 1973, juntaron a un grupo de estudiantes para conocer su opinión sobre ciertos temas sociales, incluido el transporte escolar.
Unos estaban a favor y otros en contra.
Hasta aquí, todo correcto.
A las dos semanas, los volvieron a reunir para, de nuevo, discutir sobre los autobuses y el transporte escolar.
Esta vez, sin embargo, los dividieron en tres grupos:
Un grupo con estudiantes que estaban a favor.
Otro grupo con estudiantes que estaban en contra.
Y un tercer grupo de control.
Los dos grupos con posiciones opuestas se separaron, pero en cada uno de ellos los investigadores pusieron un infiltrado. El infiltrado era un experto persuasor.
¿Qué pretendían los investigadores? Querían convertir al grupo a favor en un grupo en contra, y viceversa.
El trabajo de los persuasores fue excelente, o los estudiantes eran “fáciles de persuadir”. El caso es que los dos grupos cambiaron de opinión.
Pero lo curioso no fue esto.
Lo realmente potente del tema fue que, en comparación con el grupo de control donde no había un infiltrado, ninguno (sí, he dicho ninguno) de los grupos manipulados experimentalmente pudo recordar con precisión su opinión original.
¡Qué fuerteeee!
Y es que recordaban que su opinión final era similar a como pensaban al principio.
Es decir, los que estaban en contra recordaron que su posición inicial era mucho más a favor de lo que realmente era (y al revés con los que estaban a favor).
Pero aún hay más.
Sí, más.
Cuando se les preguntó qué efecto había tenido la discusión en su punto de vista, todos los participantes confirmaron que no habían cambiado significativamente su opinión, sino que la discusión solo había confirmado lo que ya pensaban.
¿What?
Como te quedas.
Volvamos a SEVEN y la maldita caja.
¿Te acuerdas de lo que viste en la caja o no?
Es posible que te lo estés imaginando.
No te lo voy a decir; googlea y lo sabrás.
Pero ya te digo que es muy posible que te sorprendas.
Y todo esto, aunque no lo parezca, tiene que ver con el experimento y con lo que me contaba una amiga justo ayer cuando me dijo que estaba encantada “su nueva idea” de aportaciones periódicas automatizadas a un fondo.
Aunque me dieron ganas de decirle que se lo había comentado en cuantas ocasiones me callé, después me alegré y finalmente recordé el experimento con los estudiantes y del bueno de Morgan Freeman.
P.D. Por cierto este experimento y otras más forma parte del segundo libro que aparecerá en la membresía de píldoras diarias para bolsillos potentes. Ya te iré contando más.
P.D. ¡Soy todo oídos… y lo sabes!