El coche, los niños, y una crisis en miniatura (que no era tan mini)
Imagínate:
Viaje largo.
Coche cargado.
Cientos de kilómetros por delante.
Y en los asientos de atrás… dos niños sin tablet.
SIN. TABLET.
SIN batería.
SIN piedad.
Primero viene el suspiro.
Luego, el “¿cuánto falta?”
Después, la guerra.
—¡Para ya!
—¡Eres tonto!
—¡En mi cara rebota y en la tuya explota!
Y ahí estás tú, en medio de una carretera nacional, con el cuello más tenso que el cable del micro de Gasol, y pensando en lanzarte tú mismo por la ventanilla.
La situación se degrada por minutos.
Los gritos suben.
El coche parece un ring.
Tu paciencia: un chicle pisado.
Hay que actuar. Ya.
PRIMER INTENTO:
Gritar como si fueras Darth Vader en promoción de Frenadol.
—¡Os calláis de una puñetera vez!
Resultado:
Silencio…
…de cinco minutos.
Luego:
—¡Me ha mirado raro!
—¡Me ha tocado sin querer!
Niños 1 – Padres 0.
SEGUNDO INTENTO:
—“Vamos a inventarnos un juego. Uno piensa un animal. El resto le hace preguntas hasta adivinarlo.”
Silencio.
Curiosidad.
Competencia.
Magia.
A los 15 minutos, estáis todos metidos en el juego.
Tú también.
El tiempo vuela.
El caos se transforma.
Niños 1 – Padres 1.
Y mientras conduces, sonríes.
Porque acabas de darte cuenta de algo.
No se trataba de controlarlos.
Se trataba de implicarlos.
Y ahora dime:
¿Cuántas veces intentas controlar tu dinero a gritos internos?
¿Cuántas veces lo dejas pasar, esperando que el caos se calme solo?
¿Cuántas veces has probado “opción 1” y te ha estallado en la cara?
Hay otra forma.
Una opción 2.
Pero no te la gritaré.
Solo te la mostraré poco a poco…
Y empieza aquí:
Suscríbete a la newsletter de mentalidad de dinero que no te regaña, te transforma.
Es aquí.
Nos vemos dentro.
P.D. Y no te olvides del cargador de la tablet.