El excel que no insistió.
Begoña tenía su Excel.
Cada mes, religiosamente, abría su archivo, veía la celda amarilla que le indicaba "Aportación pendiente" y hacía su transferencia.
Era su método.
Nada automático.
Cada mes ella decidía.
A veces la decisión se hacía con un gin-tonic en la mano, después de un spa.
Otras, mientras esperaba en la peluquería o haciendo los años.
Siempre los primeros días de mes.
Si excel siempre estaba ahí, fiel, recordándole que tenía que aportar.
Y lo hacía. Sin dudar. Sin miedo.
Hasta que llegó la pandemia.
La peluquería cerrada.
El spa, prohibido.
El gin-tonic... en casa, pero con menos gracia.
Y el Excel… el Excel no insistió.
Sin esa rutina, sin ese momento para sentarse y hacer la transferencia, el miedo se coló donde antes había disciplina.
Los mercados cayeron.
El pánico se extendió.
Y Begoña, que nunca había dudado, dejó de aportar.
Porque esta vez, la decisión no era cómoda.
No era mecánica.
Era pura incertidumbre.
Y cuando el mercado empezó a subir, volvió.
Pero ya no era la misma Begoña.
Hizo cosas raras.
Entró y salió.
Dudó.
Intentó recuperar el tiempo perdido.
La diferencia entre la Begoña de antes y la de después no fue la pandemia.
Fue que su Excel no insistió.
P. D. Recibes este correo en un horario distinto habitual, es domingo llueve y me has pillado reflexivo.
Aquí, te espero…