Érase una vez un pez.
Uno solo.
Pero al principio no era así…
Fueron tres.
Como los tres tenores.
Como los tres sudamericanos.
Como Tricicle.
¿Qué pasó por el camino?
¿Qué tragedia acuariófila convirtió ese trío en un dúo…
y luego en un solista?
Dicen que fue como Martes y Trece.
Primero la risa, luego la empanadilla, después el silencio.
Total, que quedó uno.
Dos no.
Glotón.
El pez de los peces.
Y le trajimos compañía.
Compartía comida, burbujas y gastos.
No era egoísta.
Pero su nuevo compañero no resistió.
Quizás el agua estaba un grado más fría.
O un grado más caliente.
Nunca lo sabremos.
Glotón sobrevivió.
Y no solo eso: vivió muchos años.
Más de lo que suele vivir un pez doméstico.
¿Por qué te cuento esto?
Porque Glotón hizo algo que muchos humanos no saben hacer con su dinero:
Aprender a estar solo.
No depender del clima externo.
No hundirse cuando los otros se van.
Glotón no pidió permiso.
No esperó condiciones perfectas.
No necesitó influencers acuariófilos ni gurús de las burbujas.
Y por eso, Glotón se ha ganado mi respeto.
Ave Glotón.
Porque ser el último no es un fracaso.
Es una prueba de que puedes flotar cuando todos los demás se hunden.
Si tú también quieres dar un paso al frente ir por fútbol para tomar decisiones firmes con tu dinero…
Si quieres aprender a pensar diferente y nadar contra corriente…
La habitación 404 es tu pecera.
Te espero dentro.
Entra aquí si no quieres acabar panza arriba.
Botones Bizarro
Entrenador de peces raros con mentalidad de dinero.
P.D. Casi nunca pongo imágenes, es que parece que porque lo haga todo el mundo también tienes que hacerlo tú, me pasa como Glotón, pero en su honor hoy toca.