Fingía saber. Pero no tenía ni idea.
… Y ahí entendí que avanzar sin certezas también es amor.
Estábamos saliendo del hospital.
A diez por hora.
Con el coche cargado de miedo, pañales… y un recién nacido que dependía de mí para todo.
Yo había ido a clases.
Había leído libros.
Había tomado notas.
Y aun así, en ese momento, fingía saber.
En el fondo no tenía ni idea.
Fingía ser un buen padre.
Uno de esos que lo tienen todo bajo control.
Pero por dentro era otra historia.
Una voz me decía: “No puedes fallar. No aquí.”
Y no era por orgullo.
Era porque, en el fondo, sabía que esta era la misión más importante de mi vida.
La más irrepetible.
La más real.
Y entonces entendí que no hay forma correcta.
No hay manual.
Solo hay un camino:
seguir.
Sin certezas.
Sin garantías.
Pero con el corazón ardiendo.
.
Por eso creé la 404.
No como una membresía.
Sino como una brújula.
Una dirección en mitad del ruido.
Un lugar para quienes no saben si lo están haciendo bien…
pero no piensan rendirse.
No tienes que tenerlo todo claro.
Solo tienes que elegir no quedarte donde estás.
Si algo en ti sabe que es hora de moverse… sabes a dónde.
Es aqui, da el primer paso.
Nos vemos en la ruta…
P.D.: A veces el camino correcto no se reconoce por lo que ves delante… sino por cómo se siente dentro.