Uno de los suyos (II).
La oportunidad llegó.
Un proveedor nuevo.
Negocio fácil.
Poca vigilancia.
Christopher no dudó.
No pidió permiso.
No esperó instrucciones.
Actuó.
Y durante unas horas,
parecía que todo había salido perfecto.
En el club, su entrada fue como la de un general que vuelve de la guerra.
Miradas.
Susurros.
Alguna sonrisa ladeada.
Pidió un whisky.
Se sentó en la mesa buena.
Esperó el reconocimiento que creía merecer.
Hasta que Tony le llamó.
Silvio cerró la puerta.
Paulie se apoyó en la pared.
Tony no levantó la voz.
No hizo falta.
—¿Sabes a quién tocaste, Chris?
Christopher sonrió, sin entender.
—A un proveedor, T. Todo limpio.
Tony le sostuvo la mirada.
—No tocaste a un proveedor.
Tocaste a un amigo.
Un amigo de uno que no se olvida.
Un amigo de uno que no perdona.
Christopher tragó saliva.
Las piernas, antes firmes, ahora le temblaban bajo la mesa.
La sala, que hace un momento parecía suya,
se encogió hasta volverse insoportable.
Los suyos…
ya no eran suyos.
Y él lo entendió todo en silencio,
sin que nadie tuviera que decirlo en voz alta.
Con el dinero pasa lo mismo.
Crees que has encontrado el atajo.
Crees que un golpe rápido te hará respetado.
Crees que el mundo te va a aplaudir.
Hasta que descubres que los que de verdad mandan,
no respetan el ruido.
Respetan la paciencia.
El control.
La cabeza fría cuando otros pierden la suya.
La 404 no es para los que buscan la jugada fácil.
Es para los que entienden que en este juego
no basta con una buena entrada.
Hace falta aguantar todo el partido.
La puerta está abierta.
Pero no para todos.